Vida del Doctor Bach
Nace el 24 de septiembre de 1886 en Mosley, un pueblecito en las afueras de Birmingham, Inglaterra, de una familia de origen galés. Su sensibilidad frente al sufrimiento, tanto de los seres humanos como de los animales y las plantas, le lleva a decidir desde edad escolar a ser médico. A los 20 años comenzó sus estudios de medicina en la universidad de Birmingham y terminados estos fue a Londres para realizar su entrenamiento en el hospital de la universidad graduándose en 1912.
Se libró de luchar en la primera guerra mundial por su falta de salud, a pesar de ello se encargó de muchos trabajos; ayudar a los heridos y sobre todo a la investigación bacteriológica. En julio de 1917 sufre una grave hemorragia, aunque la operación resulta exitosa los médicos dijeron que solo le quedaba tres meses de vida.
Obsesionado con la idea de que tenía que terminar sus investigaciones sobre la toxemia intestinal y la preparación de unas vacunas relacionadas con las enfermedades crónicas, se sumerge plenamente en el trabajo en el laboratorio día y noche, de tal manera que sus colegas decían de su estudio como “la luz que nunca se apaga”. Con el paso del tiempo se sentía cada vez más fuerte y finalmente la recuperación de su salud fue total. Bach llegó a la conclusión de que esto se debía a que su trabajo le hacía feliz y le inspiraba. Para él la creencia de que el estado mental podía tener un efecto directo y muy poderoso sobre la salud física, se confirmó con su propia experiencia.
Bach se sentía muy insatisfecho con la forma en que los médicos se concentraban exclusivamente en la enfermedad haciendo caso omiso de la personalidad en su totalidad, aunque él seguía adelante con la investigación sobre las vacunas, aspiraba a un enfoque más holístico de la medicina. Decide aceptar una oferta de un puesto vacante en el Hospital Homeopático de Londres como bacteriólogo, así fue como descubre la obra de Samuel Hahnemann, confirmando que al fin estaba bien encaminado hacia el tipo de tratamiento natural que buscaba ya que se dio cuenta del paralelismo entre su trabajo sobre las vacunas y los principios homeopáticos.
Bach integra las ideas de Hahnemann con las propias y decide preparar sus vacunas con la técnica homeopática. Crea así las vacunas orales o los 7 nosodes del Dr. Bach teniendo una amplia aceptación por la profesión médica y que aún hoy en día se siguen prescribiendo.
Hasta ahora Bach había estado trabajando con las bacterias, pero quería encontrar remedios más puros. Empezó a recolectar plantas y en particular las flores, la parte más desarrollada de la planta con la esperanza de remplazar a los nosodes.
En 1930 Bach se encontraba entusiasmado con la dirección que estaba tomando su vida, convencido que la medicina tradicional no era su camino y que debía seguir buscando más remedios entre las plantas, decidió cerrar su lucrativa consulta en Harley Street en Londres y se marcha a Gales guiado por los dictámenes de su corazón con la determinación de dedicar el resto de su vida a la búsqueda de un nuevo sistema de medicina, que estaba seguro de encontrar en la naturaleza. En este viaje le acompaña su radióloga Nora Weeks, incondicional asistente y apoyo a lo largo de su vida.
En este nuevo camino Bach decidió dejarse llevar por sus dones naturales como sanador y por su intuición a que le guiara hacia las plantas correctas. Durante los siguientes años de ensayos y errores y de recorrer incontables campos recolectando flores, preparaba las respectivas pruebas de cientos de flores, encontrando en ellas algunas de los remedios. Se dio cuenta en sus consultas de que al tratar las personalidades y los sentimientos de sus pacientes, sus desdichas y sufrimientos con los remedios, éstos se aliviaban de manera natural.
En 1934 Dr. Bach y Nora Weeks se mudaron a una casa en Mount Vernon en Oxforshire. En los caminos y campos cercanos fue encontrando los remedios
restantes y sobre todo descubrió el método para preparar los remedios que lo hace tan singular y distintivo: la potenciación a través del agua y el sol.
Por aquel entonces su cuerpo y su mente estaban en tal grado de sincronía con su obra que sufría el estado emocional y físico que necesitaba curar y probaría las flores hasta encontrar la que le ayudaría. De esta manera a través de un gran sufrimiento y sacrificio personal completó la obra de su vida.
Un año después de anunciar que su investigación sobre los remedios había concluido, sus fuerzas comienzan a flaquear. Un día le dice a sus colaboradores “Mi tarea está cumplida, mi misión en este mundo está terminada”. Pocas semanas después, el 27 de noviembre de 1936, mientras dormía muere Edward Bach en su casa de Mount Vernon. Tenía tan solo 50 años pero dejó atrás una vida de experiencias y esfuerzo y un sistema de medicina que se utiliza en todo el mundo.
Desde entonces, y en la misma casa cuyos muebles él construyó con sus propias manos, funciona el Centro Bach en Mount Vernon que tiene a su cargo la recolección anual de las flores, la impartición de cursos y asesoramientos para aquellos que vienen a visitarla pero sobre todo manteniéndose fiel a la sencillez esencial de lo que había hecho.